sábado, 14 de enero de 2023

 


El Jardín del Museo Reina Sofía, su lado salvaje



Este jardín , en el patio de lo que fue el Antiguo Hospital General de Madrid, es para mí un espacio muy querido.
Conocido en sus inicios como Hospital General y de la Pasión, situado en Atocha, estuvo en funcionamiento desde comienzos del siglo XVII, pasando por numerosas reformas y ampliaciones, hasta 1965 en que cerró. Más adelante, en 1992, se convertiría en el Museo Reina Sofía y en el Conservatorio de Música.
En 1656 contaba con diecisiete salas, cada una con una capacidad para 60 enfermos. Todos tenemos en  mente como eran estos hospitales considerados como hospitales de beneficencia; los que poseían riqueza se trataban en sus casas.
Desde comienzos del siglo XVIII también fue centro formativo, constituyéndose en 1701 una cátedra de Anatomía.
En el reinado de Carlos III, las viejas edificaciones anexas al hospital se demolieron para su ampliación y mejora, con una estructura parecida a la actual.

Cuando lo visité en septiembre de 2022 observé, con sorpresa y alegría, que había dos parterres dejados a la naturaleza espontánea que en ellos creciera.
Preguntándome por qué  había surgido esta iniciativa me encontré con que era obra de una fotógrafa  francoargentina llamada Alejandra Riera.
El arte de esta artista no permite una fácil descripción, ya que abarca diferentes y variados modos de expresar sus ideas, entre ellos en los jardines. Estos pueden ser lugares de ensayos para construir paisajes diferentes, que se transforman con participación de un colectivo y los denomina jardín de las mixturas. La idea me llevó a recordar el jardín en movimiento de Gilles Clément, en la que nosotros actuamos al lado de la naturaleza y no en su contra.



Jardín del Museo R. Sofía. Formal y natural. 


En el jardín se contrapone lo formal y lo espontáneo. En la foto superior, dos laureles flanquean el camino, el de la izquierda, podado, forma parte del jardín ornamental clásico limitado por la pequeña bordura metálica y, el de la derecha, crece no sometido a poda ninguna; la bordura metálica ha desaparecido.
De los ocho parterres, dos se han dejado crecer de modo distinto. Se han abierto caminos rústicos bordeados con ramas y se ha permitido que crezca lo que el colectivo que lo cuida quiera o lo que  allí llegue transportado por el aire o los pájaros.

Así podemos ver, creciendo unas junto a otras: coles, la roseta del gordolobo, salvias, pittosporum, cintas, un níspero, coniza canadiense, ortigas y hasta una pequeña higuera. Sin duda, es un jardín más divertido, variopinto y cambiante ya que será diferente cada vez que vayas a visitarlo.
Los bancos ya no están formalmente situados en los caminos sino dentro del propio parterre, bajo los árboles. No hay césped que no se pueda pisar sino caminos que se prestan a que nos adentremos y observemos cómo se desenvuelve este espacio libre.


Fotos del jardín formal


Magnolios en parterres delimitados. Plaza central Museo R. Sofía


Palmeras de la fortuna. Museo R. Sofía


Los olivos del jardín. Museo R. Sofía


                                     Fotos del jardín de mìxturas                                                  


Roseta de gordolobo
Coniza canadiense




La bordura pasa a ser de ramas
Cinta y otras vecinas


Vista del jardín natural


El níspero de bellas hojas
La higuera en la frontera


Tras el olivo, el acanto

Cada uno, cuando lo visite, valorará estas diferentes características. En un mismo espacio pueden convivir o , al menos , a mí sí me lo parece. Apreciar y vivir un jardín bajo una mirada diferente.






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